Una lección de física y paciencia

Era el año 1992, estábamos en el último recreo y con un par de amigos pensamos que era una buena idea, para no rendir la prueba de Física, demorar la subida a clases.

Entonces decidimos ponernos al frene del pelotón que se disponía a subir las escaleras para volver a las aulas. Cuando vimos que el preceptor (Nacho) y el director de estudios (Heriberto Rodríguez) estaban al fondo del patio arriando al alumnado empezamos la maniobra.

Generamos un cordón a todo lo ancho de la escalera y subíamos un escalón cada 5 segundos, por ende, se iba congestionando. Ya íbamos por el primer piso (PRIMARIA y dijimos miremos por la boca de la escalera y veíamos como se había formado un mar de alumnos intentado subir.

Mientras nos estábamos riendo, siento un golpe suave en mi hombro, como quien quiere saludarte, pero vos estas mirando para otro lado, como no me di vuelta, insistió pero un poco más vehemente, entonces me di vuelta y vi que era el Sr. Rodríguez (alias: Rorro alias: Heriberto) y con su español argentinizado nos dijo, señalándonos con su “dedo pistola” (UNA MAGNUN .357 DE CARNE Y HUESO hecha con su mano derecha):

– Pajarones… que me estas atrasando la fila, por graciosos y picarones. Vuelven hoy al turno tarde (Comercial) a subir y bajar escaleras.

Y así fue, fuimos con mis dos amigos a subir y bajar desde el patio hasta el 2do piso, desde las 14hs hasta las 1730hs ininterrumpidas. Nos hizo muy bien como ejercicio, pero mejor aún a la planificación mejor de nuestra próxima felonía. Heriberto era como el sol, aunque no lo viéramos, siempre estaba. 

Una lección de física y paciencia

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